Tumba de Leopoldo Pineda Pedroza 

 En esta tumba se recuerda al estudiante Leopoldo Pineda, estudiante de derecho asesinado durante la quema de la Embajada de España. 

La historia escondida

Por Luisa Ruano

“Recuerdo que días después que viajé a la capital, vi sus fotos pegadas en las calles y lo llamaban héroe, sí, mi hijo fue un héroe”.

El jueves 31 de enero de 1980 quedó grabado en miles de guatemaltecos, debido a la matanza ocurrida en la Embajada de España. Aunque la historia fue y sigue siendo mediática, hay ciertos nombres que muchos conocen y otros que solo se nombran en ocasiones.

Algunos callan

La Democracia es un pueblo caluroso ubicado en Escuintla, el historiador del lugar, Gustavo Mazariegos, recuerda que dos veces llegó la guerrilla al pueblo y convocó a las personas. Algunas llegaban con interés y otras solo por curiosidad, pero varias se escondían para evitar problemas porque sabían que de inmediato llegaría el ejército.

En ese lugar vivía Leopoldo Pineda Pedroza, el mayor de 7 hermanos, poco después de los 18 años viajó hacia la capital para cumplir sus metas, entre ellas, estudiar leyes.

La madre de Leopoldo, Blanca Pedroza, describe a “Polito” como un hombre con fortaleza y un gran corazón, cada fin de semana que regresaba, llegaba a ver a sus hermanos. Siete meses antes de aquel 31 de octubre, enfrentó la muerte de su padre, su tía, y su abuela.

Treinta y cinco años han pasado pero doña Blanca aún recuerda todo a detalle. Con su cabello cubierto con pocas canas, unos anteojos y una biblia en sus manos, donde guarda las fotografías de sus hijos, empieza a relatar: “Me avisaron como a las 2 de la tarde, me dijeron que mi hijo había muerto y que fuera a reconocer su cuerpo”.

“Me decían de todo pero sabía que a mi hijo ya no me lo iban a devolver con vida”, la madre cuenta que como pudo viajó a la capital. Dice que días después, habló con el embajador Cajal y con otras personas: “Él no murió quemado, así me contaron, aunque no lo puedo asegurar, pero cuando estaban con los campesinos, se colocó frente a la policía y dijo que lo mataran primero pero que a los campesinos no, y así fue. Le dispararon y ahí quedó tendido, el fuego solo alcanzó su ropa”.

Lo que sabe es que los campesinos, entre ellos el papá de Rigoberta Menchú, habló con su hijo y otros compañeros para que se dirigieran a la embajada.

La convicción de ser bueno para cambiar al país

En palabras de la madre, “Polo” era un joven que a su corta edad iba a las orillas de la ciudad para escuchar las necesidades de los más pobres porque siempre se preguntaba por qué todo era tan injusto, algunos comían bien y otros apenas y lograban hacerlo. “Todo lo regalaba, le compré como cuatro camas pero las regaló. Incluso cuando murió, fui a ver su habitación, y no tenía cama, me contaron que se la acababa de dar a unos sus amigos”.

Ella aún recuerda las palabras de su hijo cuando se quedaron solos, les decía a sus hermanos que él los iba a cuidar como su padre.Pero la oscuridad de ese conflicto cegó su vida.

Plan huída

A pocos días de la muerte de Pineda, unos boletines llegaban a la farmacia de doña Blanca donde la señalaban de guerrillera, diciéndole que moriría con todos sus hijos.

Como pudo viajó a la capital para pedir las visas e irse a los Estados Unidos. Contó la historia y el embajador de ese entonces le permitió viajar. Aunque se fue por tierra porque no tenía los recursos, allá muchas personas les abrieron las puertas y un pastor de una iglesia la apoyó para darle educación a sus hijos y comida. Con el tiempo fueron recuperándose, hasta establecerse allá.

“Regresé como siete meses después, permanecía largas temporadas aquí, aunque mi vida ya la hice junto a mis hijos allá en los Estados Unidos”, cuenta la señora que a sus 85 años aún derrama lágrimas al recordar esos duros momentos “todavía lo recordamos en la familia, con su forma de ser tan especial” afirma.

Su mamá desconocía que pertenecía a una agrupación de oposición, pero muchos documentos y escritos confirman que Pineda era parte del Frente Robin García, y él fue uno de los que impulsó el teatro revolucionario, que se convirtió en un punto de partida de ese grupo de estudiantes. “Polo” acababa de cumplir 25 años, cerró cursos en la carrera, su título que lo acreditaba como Abogado y Notario, aún permanece en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Sus restos descansan en el cementerio general de su pueblo natal, donde la familia cada vez que visita el país, asiste a adornar su tumba.

En memoria de Leopoldo Pineda Pedroza,  (7 de enero 1954 – 31 de enero de 1980).

Agradecimiento especial a Gustavo Mazariegos.

 

 

 

Multimedia

Fotografías

Ubicación

¿Cómo llegar?


Información general


Información de las víctimas

  • Leopoldo Pineda Pedroza