Organización Mamá Maquín 

 Sede central de la organización Mamá Maquín, en honor a Adelina Caal Maquín, asesinada en la masacre de Panzós. La organización se dedica a promover y defender a mujeres campesinas y artesanas. 

Unidas por la madre tierra

Por: Haydeé Archila

Ni siquiera sabían que tenían derechos, pero el retorno a su tierra las obligó a luchar y a conseguir un lugar para ellas y sus familias. Hablan las herederas del legado de Adela Caal, Mamá Maquín.

29 de mayo de 1978. La líderesa q'eqchi' Adelina Caal encabeza una marcha en Panzós en reclamo de tierras para los campesinos, durante el gobierno del presidente Kjell Eugenio Laugerud García. Es reprimida por el Ejército de Guatemala. Fue una de las 52 personas asesinadas.  

25 de mayo de 1990. Cuarenta y siete mujeres refugiadas en Campeche, Quintana Roo y Chiapas organizan su retorno a Guatemala. Su objetivo: conseguir un pedazo de tierra en su país de origen. Ese día conforman la organización “Mamá Maquín” en honor a Adelina Caal, muerta en la masacre de Panzós.  

No es casualidad que estas mujeres guatemaltecas refugiadas en México eligieran doce años después de la masacre de Panzós, el nombre de Mamá Maquín para organizar su retorno. Las fechas coinciden y las historias están ligadas al conflicto armado, debido a la política de tierra arrasada impuesta por Efraín Ríos Montt entre 1982 y 1983. Situación que obligó a miles de campesinos a abandonar el país y a buscar refugio en México, Estados Unidos y Belice.

Actualmente la sede se encuentra en la comunidad Nueva Libertad, Fray Bartolomé de las Casas, Alta Verapaz. Es una pequeña casa de concreto, pintada de verde, ubicada en medio del campo, pero no siempre estuvo allí. La primera oficina se abrió en 1996, en la capital de Guatemala, donde se gestaron proyectos como el de alfabetización y el de guarderías, por mencionar algunos, orientados a las mujeres retornadas y a sus hijos. El traslado hacia las Verapaces fue en 2011, más bien forzivoluntario después de que las instalaciones en la capital fueran asaltadas y las despojaran de todo. Literalmente, de todo. También hay sedes en Nentón y Barillas en Huehuetenango; Cobán, Alta Verapaz e Ixcán, Quiché. Hay una parte pequeña en Petén. En total son 42 comunidades que integran el proyecto.

Un primer grupo de mujeres arribó al país en 1993 para asentarse en la comunidad Victoria 20 de Enero, en Ixcán, Quiché. El segundo colectivo llegó un año después para quedarse en la Nueva Libertad. “Queríamos ser dueñas del lugar o asociadas. Esto nunca había sido posible porque, por lo regular son los hombres quienes podían ser propietarios de la tierra. Llegaron varias compañeras que desde un inicio estuvieron en Mamá Maquín dispuestas a pelear y a tener su propio terreno, al igual que lo hizo Adelina Caal. Nos costó lograr el apoyo de los compañeros que integraban la Junta Directiva de la comunidad Nueva Libertad, pero lo conseguimos. Ahora somos dueñas de la tierra pero la lucha por la sobrevivencia continúa”, explica Yolanda Montejo, asesora de la organización.

Mientras estuvieron en México fueron capacitadas por Alfonso Bauer, quien perteneció a las Comisiones Permanentes de Representantes de Refugiados Guatemaltecos en México (CCPP), y las acompañó durante el proceso de repatriación. Los derechos de la mujer así como la agricultura, la artesanía y otros oficios fueron parte de su aprendizaje para su supervivencia en Guatemala.

Del exilio al retorno… y a la adaptación

“Regresar al país nos ocasionó sentimientos encontrados Estábamos contentas por volver y luchábamos por ello, pero al mismo tiempo, veníamos tristes porque tuvimos a nuestros hijos en México, hicimos nuestra vida allá durante 15 años”, confiesa Montejo. Ella es de Huehuetenango al igual que Fabiana Jiménez, presidenta de la organización. Ambas hablan mam. Tuvieron que adaptarse a las condiciones climatólogicas e idiomáticas de Alta Verapaz, donde se habla q'eqchi. El retorno a sus lugares de origen no fue posible porque el territorio ya estaba ocupado por otras familias.

Jiménez era apenas una niña de siete años cuando salió al exilio junto a sus padres. Permaneció en la montaña durante seis meses, con su familia. Hay cierta nostalgia en su mirada cuando recuerda esos momentos: “Fue una situación bastante difícil porque el Ejército estaba detrás de nosotros. Huíamos. No podíamos permanecer en un solo lugar. Si nos veían, acababan con nosotros. Iban con sus armas por tierra o pasaban en el cielo con los aviones para bombardear el área. Por eso buscamos la frontera de Guatemala con México y nos fuimos en octubre de 1982. Estuvimos en varias colonias”. Montejo se une al relato y agrega: “Venimos aquí y no había nada. Regresamos como cuando nos fuimos para allá, sin nada”.

Las 300 mujeres que llegaron a las verapaces en 1994, aun permanecen allí, junto a sus esposos e hijos. 

Del exilio a la agricultura sostenible

El terreno se consiguió, pero la lucha a la que se refiere Yolanda Montejo es a la supervivencia diaria. Por eso, decidieron hacer útil la tierra por medio de la agricultura sostenible. Comenzaron con este proyecto en 2010, en alianza con la fundación Madre Tierra en Guatemala. Aprendieron a preparar abonos orgánicos, foliares (fertilizantes que se aplican directamente sobre la planta), y plaguicidas; todo lo necesario para hacer trabajos en el campo.  

“Esta tierra es fértil”, dice Anselma Felipe Lainez, coordinadora para Alta Verapaz. “Queremos recuperar las semillas nativas (sin componentes químicos), porque el uso de químicos o herbicidas como el Gramoxone, han dañado la tierra”, explica Felipe. La práctica de la agricultura se estaba perdiendo: tenían que comprar semillas mejoradas para cultivar en sus hortalizas. “Nuestras familias se enfermaban por consumir comida chatarra. Sabemos de gente con pocos recursos económicos pero que sí consiguen dinero para comprar este tipo de alimentos en lugar de trabajar su tierra y comer más sano”, dice Felipe.

El trabajo de estos cinco años ha rendido sus frutos.

Los animales de patio son alimentados con concentrado orgánico e incluso, ellas mismas preparan los desparasitantes. Las gallinas de patio, pavos, patos, cerdos y ganado vacuno se alimentan con pasto. A las gallinas, se les da nixtamal, masa o tortilla. Estos conocimientos fueron obtenidos con el apoyo de la Organización No Gubernamental para el Desarrollo Veterinarios sin fronteras.

Cada una tiene su propio huerto. Al principio, solo para consumo del hogar, pero la idea es que la producción aumente para sostener a sus familias. Siembran colenabo, hierbamora, chipilín, chaya, malanga, yuca, quixtán, espinaca, cebollín, cilantro, plátanos, bananos, wash (planta cuyo fruto se come o se utiliza como desparasitante), carambola, manzana china, lichas, quequexque (planta), bledo, maíz, frijol chicote que es de vaina grande y frijol arroz, que es más pequeño. También son artesanas. Hacen morrales, huipiles y bordan zapatos.

“Talvez no es mucho el ingreso económico, pero vemos la manera de conseguir clientes interesados en el producto de las compañeras. Por eso tenemos un mercado los sábados, pero por la época de lluvia no tenemos un lugar para vender”, comenta la promotora.

El proyecto camina bien pero Anselma Felipe tiene una petición: “Nuestra idea es que nuestros productos salgan de Fray Bartolomé de las Casas, pero necesitamos quien nos apoye porque no sabemos cómo lograr que la gente venga y nos pida al por mayor. No queremos que lo que Mamá Maquín nos ha enseñado se quede solo así. Tenemos que luchar por mejorar nuestros alimentos. Los sembrados de palma africana nos traen plagas de moscas o  las plantas se caen, los animales contraen enfermedades. Tenemos que disminuir el consumo del químico”.

Las 44 mujeres que integran la organización no sabían a lo que se enfrentaban cuando retornaron a su patria en 1994. Pero todo ha cambiado y su camino sigue adelante, como lo hubiera querido Adela Caal, líder q'eqchi'. Donde antes había solo un potrero ha sido recuperado por las manos de estas mujeres, las hijas de Mamá Maquín. 

 

CRÉDITOS:

Este video fue realizado por la periodista Haydeé Archila como proyecto final del taller sobre memoria histórica realizado en Guatemala por la Deutsche Welle Akademie en noviembre del 2015. El video y las fotografías fueron tomados por José Ruano. 

 

 

 

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